Todo apunta a que el desaparecido de Láncara llevaba un mes muerto en Belesar
Estaba a punto de cumplirse un mes un mes desde la
desaparición del Jordi Sobrado, el chico de Láncara de 23 años al que
familiares y amigos se resistían a dar por muerto. Su búsqueda terminó
ayer de la peor manera posible. A primera hora de la mañana, un vecino
del pueblo ribereño de Belesar se sobresaltaba al ver pasar flotando por
el medio del Miño lo que le pareció el cuerpo de una persona boca
abajo. Poco después, los bomberos rescataban el cuerpo unos cientos de
metros más abajo. A primera hora de la tarde, la autopsia permitía
confirmar la identificación y la familia recibía la fatal noticia.
Sobre el terreno había pocas dudas de que el cuerpo
era el de Jordi Sobrado. La identificación visual no resultaba fácil,
porque cuando los bomberos lo sacaron del río estaba cubierto de barro
casi por completo. Pero estaba vestido y en la ropa llevaba una cartera y
un carné de identidad a nombre del desaparecido.
El pueblo de Belesar está a aproximadamente un
kilómetro del puente con el que el corredor Monforte-Lalín cruza el río
Miño. El lunes 22 de febrero apareció en una pequeña explanada al lado
del puente el coche del desaparecido. Su familia había denunciado la
desaparición la semana anterior. No sabían nada de él desde el día 17.
Había pasado el día con su novia en Santiago y se esfumó después de
despedirse de ella.
En aquellos primeros momentos, la Guardia Civil tuvo
que descartar varias pistas antes de centrarse en el río. La difusión de
fotografías del desaparecido, primero en las redes sociales y después
en la prensa y la televisión, hizo menudear los testimonios de personas
que creían haberse cruzado con él. Los investigadores estuvieron
especialmente pendientes de uno que apuntaba a Monterroso. Un hombre
aseguraba haber visto a alguien muy parecido a Jordi en las proximidades
de una entidad bancaria de esa localidad. El banco tiene cámaras, pero
un problema técnico retrasó el visionado de la grabación durante días. Y
todo para comprobar que el que salía en las imágenes no era él. Las
esperanzas se esfumaban. Había dejado su teléfono móvil roto en un piso
de Lugo que utilizaba en ocasiones cuando salía de noche por esa ciudad,
para evitar coger el coche para volver a su casa en Láncara. Tampoco el
rastreo de su cuenta bancaria daba resultado, porque el último
movimiento había sido la retirada de cincuenta euros el día 18. Después,
nada.
El día 26, José Sobrado lanzaba un llamamiento
desesperado a través de los medios de comunicación: «Creo que mi hijo
está vivo y espero que lea esto y que no nos haga sufrir más». Para
entonces, la Guardia Civil ya se centraba prácticamente en exclusiva en
el río. Hubo rastreos por las orillas con perros y en el agua con
buceadores, un helicóptero sobrevoló el embalse de Os Peares de arriba a
abajo, agentes especializados en rescate de montaña inspeccionaron con
cuerdas la ladera situada bajo el puente...
Un río muy revuelto
Pero el cadáver apareció casi un mes después y en un
tramo del Miño ya revisado previamente, con Chantada en su margen
derecha y O Saviñao en la izquierda. Cuando se supone que pudo caer o
arrojarse al agua, el Miño iba muy lleno y los embalses tenían las
compuertas abiertas. Con el caudal tan revuelto, el cuerpo pudo
engancharse en cualquier recoveco del fondo. Hasta que ayer la misma
fuerza del agua lo hizo salir a flote y puso un trágico punto final al
misterio de la desaparición de Jordi.
Ningún problema técnico para analizar el cuerpo y sacar una conclusión fiable
En el caso de los cadáveres que son encontrados y que
es preciso identificar, el procedimiento oficial requiere siempre que
se les practique una autopsia completa, destinada a determinar las
causas de la muerte e identificarlos.
El trabajo de los técnicos comienza inicialmente por
realizar un completo reportaje fotográfico en el propio lugar en el que
se localiza el cuerpo, al mismo tiempo que se comprueba si los rasgos
externos permiten que sea identificable.
Una vez realizado el trabajo sobre el terreno se
traslada el cuerpo a un centro hospitalario para realizarle la autopsia.
El primer paso es descartar si existen señales de violencia, para lo
que se analiza la posibilidad de encontrar alguna fractura o si están
intactos los tejidos blandos o presentan alguna evidencia de haber sido
dañados con arma blanca. En el caso de un cuerpo que se encuentre en el
plazo de un mes, como es el caso del joven de Láncara, es bastante
sencillo determinar si hay indicios de criminalidad.
Métodos para identificarlo
Otro paso importante en caso de posible ahogamiento
es determinar si la persona entró viva en el agua o ya estaba muerta.
Para ello comprueban de manera exhaustiva si tiene una elevada cantidad
de líquido en el estómago y en otros órganos, lo que indicaría que su
fallecimiento se produjo por sumersión.
Lo habitual es que se averigüe con exactitud la
identidad del fallecido mediante el análisis de ADN al compararlos con
restos biológicos de la propia persona desaparecida o, si no existen,
compararlos con los de sus padres. Si esta posibilidad no es factible se
recurre a la historia clínica del muerto para hallar datos concluyentes
como fracturas o intervenciones en la dentadura.
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