“Mi hermano apareció día y medio después y ya está en España, ileso. Luego fueron apareciendo otros. Seguimos en la plataforma para continuar ayudando. Todos somos hermanos buscando hermanos, hijos buscando padres, padres buscando hijos…”, explica Francisco Javier Sánchez Ocaña.
El pasado 25 de abril, cuando se produjo el terremoto de 7,8 grados en la escala de Richter, estaban en Nepal 449 españoles. El Ministerio de Asuntos Exteriores intentó localizarlos uno a uno. La primera cifra de desaparecidos tenía 159 nombres. Hoy quedan seis. Seis familias cuyas esperanzas han ido cayendo a medida que encogía la lista de desaparecidos y aumentaba la de muertos. La última cifra de víctimas mortales en Nepal supera los 7.800. La zona de Langtang, donde desaparecieron los seis españoles, es una de las más castigadas por el terremoto. El jefe adjunto del Gobierno regional, Gautam Rimal, declaró ayer a Efe que los equipos de rescate buscan allí a unos 200 nepalíes y un centenar de extranjeros, y que no esperan encontrar a nadie con vida. También el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, admite que es probable que los seis desaparecidos españoles hayan muerto, aunque “mientras haya un rayo de esperanza”, seguirán buscando.
El mal tiempo volvió a complicar ayer las tareas del equipo de rescate,
aunque los forenses sí pudieron trabajar a pie en el valle de Langtang.
Está previsto que un helicóptero realice hoy una nueva batida por dos
picos montañosos en la zona. De momento, según Exteriores, no hay fecha
de repliegue de los miembros de la Guardia Civil, la Unidad Militar de
Emergencias (UME) y la Policía Científica enviados a Nepal para tratar
de localizar a los españoles desaparecidos.
“Dicen que es lo último que se pierde, pero cada día que pasa sin tener
noticias de mi hermana esa esperanza se va haciendo más pequeña”,
explica David Ortiz, hermano de Isabel, una cántabra de 31 años que
tenía que haber regresado a España el fin de semana del puente de mayo.
Ortiz viajaba con su novio, Miguel Ángel Pizarro, Michel, de 40
años, zaragozano. “La última vez que les vieron fue el 25 a las siete
de la mañana, cuando salían del hotel. Ese fue también el último día que
hablamos, por WhatsApp”, recuerda David. “Nepal les apetecía muchísimo.
Es la meca de los escaladores y a los dos les encanta la montaña.
Michel ha sido guía en los Pirineos. Iban muy ilusionados”. Isabel, la
pequeña de cinco hermanos, trabaja en una ludoteca para niños en
Zaragoza. Para ella y Pizarro era su primer viaje a Nepal.
Los otros cuatro españoles que continúan desaparecidos son los montañeros asturianos Egidio García González, Chumi,
de 62 años; Ángel Hernández Muñiz, de 57; Jesús Mosteirín, de 53 y
Sabino Fernández, de 54. En Asturias formaban parte de los grupos de
montaña de Ensidesa y Corvera. Cuando se produjo el terremoto les
acompañaban cinco nepalíes.“Para mi hermano era la cuarta o quinta vez en Nepal. Es un enamorado de ese país. Trabaja de administrativo en una empresa de construcción y su pasión es la montaña: todo el año hace excursiones por España y se reserva 15 días de vacaciones para ir a Nepal”, explica Manuel Hernández. “Gracias a una montañera, Yohanna, que estuvo con ellos la noche anterior al terremoto, sabemos que habían conseguido su objetivo: subir una cumbre. Se echaron unas risas esa noche. Estaban muy contentos. Lo que les quedaba era un paseo”. El grupo de asturianos tenía previsto regresar a casa el pasado 2 de mayo, tras pasar tres días visitando Katmandú. “Si no hubiese tenido que trabajar, le habría acompañado en este viaje”, asegura Manuel Hernández, quien, pese a la angustia por su hermano, hace un ruego: “Han muerto más de 7.800 personas. El dolor se ha globalizado y Nepal va a necesitar mucha ayuda mucho tiempo, que no se olvide la comunidad internacional”.
Ayer llegaron a Barcelona los restos de Roser Palau, de 37 años, la primera víctima mortal española en el terremoto de Nepal. Algunos de los familiares de los españoles que continúan desaparecidos comienzan a plantearse como el mejor escenario posible ese: “El alivio de que encuentren el cuerpo y poder enterrarlo”.
Todos coinciden en que esta pesadilla habría sido mucho peor si no
hubiesen contado con la ayuda de las redes sociales, a través de las
cuales han recibido información y ánimos de todo el mundo. Aunque no
todo ha sido bueno. “También hemos recibido ataques. He leído
comentarios en algunas noticias diciendo que quién le había mandando a
mi hermana meterse ahí o por qué había que ir a rescatarla”, asegura
David Ortiz. “Pero no fue una imprudencia suya. Fue una catástrofe
natural, un terremoto”.
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