Los 300 vecinos desalojados permanecen fuera de sus hogares por precaución
Ya no hay llamas ni humo. Los equipos de extinción lograron controlar ayer las llamas en el norte de La Palma después del intenso y duro trabajo desarrollado la noche del sábado, con temperaturas superiores a los 35 grados y fuertes rachas de viento. El incendio de Garafía, declarado el pasado viernes, afecta a alrededor de 1.200 hectáreas de monte y matorral, provoca daños en al menos una decena de viviendas dispersas y obliga a evacuar a 300 vecinos, que ayer no pudieron volver a sus hogares por precaución.
Superficie afectada. El perímetro afectado es de 16 kilómetros con 1.200 hectáreas y en torno a unas 800 calcinadas. Ayer se produjeron más de 300 descargas de los 11 medios aéreos, entre helicópteros e hidroaviones, que vertieron medio millón de litros de agua sobre las zonas dañadas, principalmente de pino canario, pastizal y algo de brezo, así como algunos cultivos de viñedo. Hoy comienza el repliegue de algunos medios, pero se seguirá trabajando con equipos de tierra de las diferentes administraciones, que disponen de 200 profesionales. Los 11 aviones y helicópteros también se mantendrán operativos. El técnico de emergencias, Jorge Parra, destacó que la peor previsión apuntó a más de 10.000 hectáreas afectadas pero "se quedaron en 1.200", detalló. "Estoy muy satisfecho con el trabajo realizado", enfatizó.
Viviendas quemadas. Todavía no hay una cuantificación del número de viviendas afectadas, pero son al menos una decena las que sufrieron los efectos del avance de las llamas durante la noche del sábado. Algunas quedaron devastadas. Tanto Buracas como El Castillo, en Garafía, vivieron los peores momentos del incendio, con la pérdida también de todos los enseres de sus vecinos. También resultaron dañadas algunas cuevas del barrio de Buracas, en las que incluso, durante la noche del sábado, se pudieron escuchar algunas deflagraciones provocadas por bombonas de butano. Algunas de estas casas son primeras viviendas y otras están dedicadas al turismo rural, que habían recuperado un alto nivel de ocupación tras el confinamiento por el coronavirus. En las labores de contención del fuego alrededor de las casas que consiguieron salvarse trabajaron durante la noche del sábado muchos vecinos que, saltándose las recomendaciones de los responsables del operativo de extinción, consiguieron con sus propios medios contener el avance del fuego. Conscientes del peligro, prefirieron atrincherarse en sus domicilios. Tras pasar lo peor, criticaron la falta de medios contraincendios.
Los evacuados. Cerca de 300 personas, que fueron evacuadas entre el viernes y el sábado, permanecían ayer fuera de sus hogares, la mayoría de viviendas de familiares y amigos. El resto de los desalojados son atendidos en tres albergues habilitados y gestionados por Cruz Roja. En el polideportivo de Santo Domingo de Garafía se acogió a 44 adultos y un niño; al terrero de lucha Camilo León de Los Llanos de Aridane se trasladaron siete adultos, mientras que en el albergue de Cuatro Caminos, en Puntagorda, permanecían anoche 38 adultos. En el caso de Santo Domingo, la evolución del incendio obligó durante la madrugada del sábado al domingo a decretar su confinamiento. Las autoridades eligieron en este caso esta opción, en vez de la evacuación, como medida preventiva. Los habitantes de este núcleo poblacional deben permanecer dentro de sus casas hasta nuevo aviso. Tanto Ángel Víctor Torres, presidente de Canarias, como Jorge Parra, técnico de emergencias, recalcaron que la vuelta de los vecinos a sus domicilios se realizará en las próximas horas, cuando no haya peligro de que se reavive. Pidieron asimismo máxima precaución y hacer caso a las órdenes de las autoridades competentes, añadiendo el presidente que "no pueden volver hasta que se decida por las autoridades competentes", ya que "cualquier actuación individual e irresponsable puede ser catastrófica".
Solidaridad. Siguen llegando desde todas las Islas y desde la Península efectivos para trabajar desde tierra contra los rescoldos y evitar que el fuego se reavive. Así, con un enorme esfuerzo de logística paralelo a la lucha en el frente, se mantiene el avituallamiento constante a los más de 400 efectivos que simultáneamente se mantienen enfriando el área afectada. Esa colaboración llega también desde los consistorios palmeros, que han puesto a disposición del operativo efectivos y material, así como alojamientos para quienes llegados de otras islas también necesitan descanso. El Ayuntamiento de Tijarafe puso a disposición de estos efectivos sus dos albergues municipales, que también pueden servir para acoger a familias desplazadas. Incluso, el Servicio Integral Animal de Canarias (Siacan) pone también a disposición de las familias desalojadas con animales un servicio de albergue temporal.
Satisfacción. El fuego que se inició en Garafía el pasado viernes está estabilizado pero el consejero de Seguridad, Julio Pérez, que sustituyó en la dirección política de la emergencia al presidente regional para retomar su agenda y volver a Las Palmas de Gran Canaria, advirtió que "el peligro no ha desaparecido y la alarma por altas temperaturas se mantiene". Pérez mostró su satisfacción, eso sí, por una "mejoría notable". Pérez destacó que el incendio evoluciona dentro de las líneas de control y alabó la labor de los equipos de extinción. El consejero puntualizó que en la madrugada del sábado al domingo se produjeron algunos episodios fuera de ese perímetro que pudieron ser contenidos "a pesar de algunos sustos". Advirtió que durante la jornada también tuvieron algunas reapariciones del fuego en Buracas, aunque recordó el consejero que "lo importante es que en apenas dos horas pudo ser contenido por los equipos de extinción".
El origen de las llamas. La prioridad de contener las llamas y proteger a la población ha hecho que aún no se haya hablado del desencadenante del incendio, si fue fortuito o producto de una imprudencia o la acción de un pirómano. Ninguna autoridad ha ofrecido por ahora datos al respecto en una isla, La Palma, acostumbrada a los incendios forestales. En los últimos 20 años sus habitantes, sobre todo en el sur y el norte de la Isla, viven cada verano con la incertidumbre de que el cualquier momento las llamas pueden provocar un desastre medioambiental y paisajístico y, sobre todo, tener que salir casi con lo puesto de sus casas. Son más de 14.000 las hectáreas afectadas por los incendios de los últimos 15 años en La Palma, a los que habrá que añadir las 1.200 afectadas en este iniciado en el barrio garafiano de Catela. El primero de estos últimos 15 años tuvo lugar también en Garafía el 6 de septiembre de 2005, cuando el fuego arrasó 1.890 hectáreas. Las llamas tardaron en extinguirse ocho días e hizo falta la intervención de 794 personas y 30 medios de transporte, aéreo y terrestre, para solventar el siniestro. No fue hasta el 31 de julio de 2009 cuando de nuevo las llamas provocaron la alerta en Villa de Mazo, llevándose por delante otras 3.500 hectáreas en un fuego que tardó 50 días en declararse extinguido. Este incendio, en el que trabajaron más de 1.100 personas, se saldó con dos personas heridas.
Más antecedentes. El verano del año 2012 registró dos siniestros. El primero de los fuegos se inició el 16 de julio, provocado por una hoguera mal apagada que devastó 752 hectáreas de la El Paso. Hizo falta la ayuda de 445 personas para extinguir el incendio 53 días después. El fuego volvió al municipio de Villa de Mazo el 4 de agosto, donde destrozó 2.000 hectáreas. El último de los grandes incendios registrados en La Palma se produjo el 3 de agosto de 2016 como consecuencia de un descuido de un ciudadano alemán que intentaba quemar papel higiénico utilizado en un barranco. El fuego se llevó por delante prácticamente 5.000 hectáreas, lo que supone el 7% de la superficie de la Isla. Provocó el desalojo de más de 2.500 personas y el fallecimiento del agente de Medio Ambiente, Francisco Camacho.
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