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miércoles, 26 de diciembre de 2018

DESTRUCCIÓN TOTAL EN JAVA Y SUMATRA

Alertan de la falta de agua y fármacos para lo supervivientes del tsunami, cuando el balance de muertos se eleva ya a 429

Los equipos de rescate llevaban ayer ayuda a las regiones de Sumatra y Java devastadas por el tsunami que siguió a la erupción del volcán Anak Krakatoa, pero la falta de agua potable y de medicamentos complicaba su tarea entre las miles de personas refugiadas en centros de emergencia. Los trabajadores humanitarios advertían contra los riesgos de una crisis sanitaria cuando el último balance de víctimas se eleva a 429 muertos, más de 1.485 heridos y 154 desaparecidos. «Muchos niños están enfermos, tienen fiebre, dolor de cabeza y no tienen suficiente agua», explicó Rizal Alimin, un médico de la oenegé Aksi Cepat Tanggap, en una escuela transformada en refugio.

Las fuertes lluvias están dificultando las labores de ayuda y rescate, en medio de las advertencias de los expertos de que existe el riesgo de un nuevo tsunami a causa de la actividad volcánica del Anak Krakatoa. Una patrulla de oficiales de la Agencia Nacional de Gestión de Desastres (BNPB) levanta uno a uno los trozos de madera y hojalata que hasta hace tres días formaban una cabaña turística en la playa Carita, en Java.


Miedo a otra gran ola

«Estoy aquí desde hace tres días», declaró Neng Sumarni, de 40 años. Duerme junto a sus tres hijos y su esposo en el suelo de la escuela, con otras treinta personas. «Tengo miedo, porque mi casa está muy cerca de la playa».

Abu Salim, voluntario de la asociación Tagana, explicó que apenas consiguen estabilizar la situación. «Incidimos en la ayuda a las personas que están en los centros de acogida, instalamos cocinas, distribuimos equipos logísticos y más tiendas en los lugares más adecuados», indicó. La gente «sigue sin tener acceso al agua potable. Muchos refugiados fueron a zonas altas y no hemos logrado llegar a ellos».

Algunas de las víctimas se deciden a contar sus trágicas experiencia cuando les sorprendió la gran ola. Como Udin Ahok, de 46 años, que tuvo que hacer una elección terrible: salvar a su mujer o a su madre y su bebé cuando el muro de agua echó abajo las paredes de su casa en Way Muli, una aldea costera de Sumatra. «No tuve tiempo de salvarlos a todos», cuenta entre sollozos en uno de los centros de urgencia que acoge a miles de desplazados.


A Sulistiwati, otra habitante de Way Muli, embarazada de seis meses, la salvó un vecino que la vio caer al agua. «Afortunadamente él me vio y me sacó de la ola. Corrimos hacia las zonas altas con los otros vecinos», cuenta. «Era noche cerrada. No me imaginaba que fuese capaz de correr tan rápido estando embarazada», añade.

Al otro lado del estrecho de la Sonda, en Java, Saki, de 60 años, observa los escombros de la aldea de Sumber Jaya y se pregunta cómo va a hacer para volver a la normalidad. «No puedo reconstruir nada, todo ha desaparecido, mi ropa, mi dinero», declaró. «Tenía 19 millones de rupias en casa (1.130 euros)». Le queda un bonete, una camiseta y un sarong (falda larga que visten los hombres). «Duermo en la mezquita pero todos los días vuelvo aquí porque tenía mucho dinero que he perdido», afirma.

En su barrio murieron dos personas y al menos 20 casas fueron engullidas por las aguas, cuentan los habitantes, que pasan la Navidad intentando salvar lo poco que les queda.

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