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miércoles, 4 de mayo de 2016

LA OCUPACION DE ALBERGUES TRAS TERREMOTO EN ECUADOR SE DEFINIRA TRAS CENSO DEL "MIES"

La realidad de los damnificados del terremoto del pasado 16 de abril tiene dos caras.
Unas personas han improvisado y levantado sus ‘casas’ con cartones, maderas, plásticos, lonas, pedazos de láminas de zinc y se han instalado en parques, colegios y espacios públicos. Otros, en los albergues, viven en carpas donadas, resistentes al agua, tienen divisiones, colchones, electricidad y agua. Además, disponen de alimentación, comedor, servicio médico, recreación, baterías sanitarias, veterinaria y hasta seguridad. Para reducir este contraste, el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) emprendió una depuración sobre la situación de los damnificados. En los albergues, hay casos de gente que ocupa estos sitios, porque sus casas colapsaron, las estructuras tienen grietas, sienten miedo de volver a sus hogares o aspiran a obtener ayuda para adquirir una vivienda propia. Para identificar la situación de cada familia se hará un censo. Equipos técnicos validarán la información para constatar quienes tengan un sitio seguro donde permanecer y quienes no, sostuvo Diego Villagrán, teniente coronel encargado de la administración del albergue de Portoviejo. En el norte, en el exaeropuerto Reales Tamarindos de Portoviejo, en Manabí, Ana Vinces y sus cuatros hijos, viven en una de las 185 carpas donadas por la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados. Los miedos que generó la experiencia del terremoto en sus hijos le obliga a quedarse en este albergue. El departamento que ocupaba antes de que se produzca el movimiento telúrico tiene grietas en el baño, en la planta alta. En el primer piso vive su mamá, quien le ha ofrecido amparo, pero ella prefiere seguir ocupando una parte de la expista aérea con su familia. Aspira recibir ayuda del Gobierno. “Siempre he luchado para adquirir una vivienda propia, yo podría pagar cuotas máximo de hasta USD 150”. Eduardo Chinga y su familia atraviesan una condición parecida. Tras el sismo, sus hijos se quedaron con un trauma y se rehúsan a entrar en su casa. Aunque la vivienda no tiene daños mayores, ellos prefieren seguir en el albergue por la seguridad emocional de los menores.

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