La realidad de los damnificados del
terremoto del pasado 16 de abril tiene dos caras.
Unas personas han
improvisado y levantado sus ‘casas’ con cartones, maderas,
plásticos, lonas, pedazos de láminas de zinc y se han instalado en
parques, colegios y espacios públicos. Otros, en los albergues,
viven en carpas donadas, resistentes al agua, tienen divisiones,
colchones, electricidad y agua. Además, disponen de alimentación,
comedor, servicio médico, recreación, baterías sanitarias,
veterinaria y hasta seguridad. Para reducir este contraste, el
Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) emprendió una
depuración sobre la situación de los damnificados. En los
albergues, hay casos de gente que ocupa estos sitios, porque sus
casas colapsaron, las estructuras tienen grietas, sienten miedo de
volver a sus hogares o aspiran a obtener ayuda para adquirir una
vivienda propia. Para identificar la situación de cada familia se
hará un censo. Equipos técnicos validarán la información para
constatar quienes tengan un sitio seguro donde permanecer y quienes
no, sostuvo Diego Villagrán, teniente coronel encargado de la
administración del albergue de Portoviejo. En el norte, en el
exaeropuerto Reales Tamarindos de Portoviejo, en Manabí, Ana Vinces
y sus cuatros hijos, viven en una de las 185 carpas donadas por la
Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados. Los miedos que
generó la experiencia del terremoto en sus hijos le obliga a
quedarse en este albergue. El departamento que ocupaba antes de que
se produzca el movimiento telúrico tiene grietas en el baño, en la
planta alta. En el primer piso vive su mamá, quien le ha ofrecido
amparo, pero ella prefiere seguir ocupando una parte de la expista
aérea con su familia. Aspira recibir ayuda del Gobierno. “Siempre
he luchado para adquirir una vivienda propia, yo podría pagar cuotas
máximo de hasta USD 150”. Eduardo Chinga y su familia atraviesan
una condición parecida. Tras el sismo, sus hijos se quedaron con un
trauma y se rehúsan a entrar en su casa. Aunque la vivienda no tiene
daños mayores, ellos prefieren seguir en el albergue por la
seguridad emocional de los menores.
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