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domingo, 8 de noviembre de 2015

APARECE EN BERMEO EL CADAVER DEL PESCADOR DESAPARECIDO EN ROBAYERA- MIENGO

Familiares de Gustavo, el joven de 35 años que cayó al mar hace diez días, identificaron el cuerpo gracias a las ropas que llevaba y a una llave

Una embarcación de recreo que navegaba por aguas de Bermeo avistó ayer un cadáver en medio del mar. Sus ocupantes, que habían aprovechado el buen tiempo para zarpar, dieron aviso sobre las doce del mediodía a los servicios de emergencia, que activaron el protocolo de rescate. Paradójicamente, la desagradable sorpresa de los navegantes, en una idílica jornada de sol entre las olas, era la noticia que esperaba con angustia una familia cántabra desde hace diez días. Fue entonces cuando desapareció un joven de 35 años que cayó al agua mientras pescaba en los acantilados de Miengo, una pequeña localidad costera próxima a Suances.
Después de que Salvamento Marítimo rescatara el cuerpo, fue conducido a Bermeo y, de allí, al Instituto Médico Forense. Estaba en avanzado estado de descomposición pero todo apuntaba a que podía ser él. Tras constatar que el sexo y la edad coincidían, la Ertzaintza traspasó las diligencias a la Guardia Civil. Varios familiares se desplazaron hasta Bizkaia para identificar el cadáver, algo que resultó imposible en un reconocimiento visual. Según fuentes policiales, sólo las ropas que vestía y una llave que llevaba en el bolsillo permitieron disipar las dudas tras comprobar, al accionarla, que abría un vehículo de su propiedad. Pese a la dureza y el dramatismo del momento, un paso que los psicólogos consideran necesario para que los más cercanos puedan poner fin a la búsqueda, cerrar el capítulo sobre las circunstancias de la muerte y encarar el siempre difícil periodo de luto.
El pasado 30 de octubre, Gustavo y sus amigos decidieron aprovechar la luz de la luna para ir a pescar. Salieron de noche de Torrelavega, lugar de residencia del joven, que había nacido en la cercana localidad de Polanco. Aquel viernes condujeron aguas abajo de la desembocadura del Pas hasta un punto conocido por los lugareños como la rompiente Robayera o la Punta del Águila, en el escarpado enclave de Miengo.
Experimentados
Eran pescadores experimentados, de esos que conocen la gravedad de un mal paso ante la bravura del Cantábrico. La jornada de pesca transcurrió tranquila hasta que Gustavo se vio obligado a bajar por las rocas por un incidente con una de las piezas. Pese a la cautela con que se movían, una ola le pilló desprevenido y acabó en el agua. En medio de la noche, ya no pudo regresar a tierra. Sus amigos alertaron al 112 a la una menos veinte de la madrugada.
Emergencias lanzó un dispositivo de búsqueda inmediato. Embarcaciones de la Guardia Civil, Salvamento Marítimo y Cruz Roja se echaron al mar y el helicóptero del Gobierno de Cantabria peinó la zona en plena noche pese a la escasa visibilidad. En el mar, la esperanza es cosa de horas. En los días siguientes, agentes y efectivos de Cruz Roja recorrieron los acantilados cercanos. El intenso oleaje impidió que los buzos pudieran tirarse al agua en los primeros tres días de búsqueda. Su familia continuó acudiendo cada mañana al acantilado. Los hombres rana optaron por bajar a pulmón para ganar movilidad y acceder a una cueva subacuática cercana al saliente donde desapareció. Pero no había rastro de él. Llegaría desde muy lejos. En línea recta, 102 kilómetros separan Miengo de Bermeo, 140 por carretera. Un largo y difícil camino con una llave de coche entre las manos.

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